Una de las cosas favoritas de Rubén sobre el centro de Madrid es que puedes encontrarte de todo. El Centro es un pequeño microcosmos en el que el mundo funciona distinto. Sus calles combinan la esencia más castiza del siglo XIX con las iniciativas urbanísticas más punteras, peatonalización a la vez que grandes pantallas publicitarias comienzan a cubrir las fachadas de los edificios más vistosos. Callao es el ejemplo más claro. «Nuestro pequeño Times Square justo al lado de nuestro pequeño Broadway“» Así le gusta verlo a Rubén, que lleva ya varios minutos esperando su cita.
Faltaban dos minutos para las seis cuando las puertas del vagón del metro se abrieron. Rubén odia llegar tarde, así que aceleró el paso, esquivando a turistas y otros viajeros que transitaban plácidamente por los pasillos subterráneos de la estación de Callao para llegar a tiempo a su cita. A las seis y un minuto Rubén alcanza la salida y se apoya en la barandilla de la boca de metro. Y a esperar.
Aburrido, comienza a observar la plaza. Tras él escucha a un gorrión cantando sobre una farola en la que un grupo de adolescentes en cosplay se pavonean entre ellos, luciendo sus épicos y detallados trajes ante sus cámaras.
Adri, el chico con el que Rubén ha quedado, es alguien que de primeras se deja llevar por su timidez, pero que enseguida deslumbra con su humor contagioso y brillantez embriagadora. Llevan chateando casi cuatro días sin parar, y tienen muchas ganas de conocerse en persona, sobre todo para comprobar que la química se mantiene cuando las pantallas se retiran. Pero ahora que el sol ha desaparecido Rubén empieza a temer que le hayan dejado plantado. «Tranquilo, Rubén. Solo son las seis y diez. El sol se pone rápido en otoño», piensa para sí.
Al lado de las puertas del cine hay un quiosco que vende bebidas, chuches y manzanas caramelizadas. Quique solo las había visto en las películas, así que cuando pasa por delante, de la mano de su padre, no puede resistirse a pedirle una. Mientras el padre espera el cambio, Adri sale de la boca de metro jadeante y mirando hacia los lados en busca de Rubén.
Rubén no le reconoce de primeras. Habría jurado que Adri era más bajito y enclenque, pero cuando se gira y ve sus rizos de color azul saliendo de la capucha le reconoce al instante.